Introducción
El reclutamiento de mujeres para trabajar en las zonas industrializadas, directamente relacionado con la globalización económica, no es un proceso migratorio neutral al género ( Sassen, 2003 ). Mujeres y hombres no migran por los mismos motivos ni transitan por la migración de la misma manera, algo que puede explicarse en buena medida por el diferente papel social y económico que le es atribuido ( Oso, 1998 ; Oso y Catarino, 2013 ). En el actual sistema de organización socioeconómica, son básicamente las mujeres extranjeras quienes emergen como el equivalente sistemático del proletariado. Una fuerza de trabajo que se desnacionaliza y que termina ocupándose de aquellas tareas, relacionadas de manera fundamental con lo doméstico y los cuidados, que trabajadores/as nacionales de un estatus medio prefieren delegar y salarizar .
En países envejecidos como España, algunos cambios sociales como la mayor movilidad geográfica de las personas, la proliferación de nuevos modelos de familia y la liberación parcial de las mujeres respecto a su papel como cuidadoras naturales , han generado un desequilibro entre la demanda servicios personales y las posibilidades de proporcionarlo. Ante la insuficiencia de recursos públicos, el modelo familiar de provisión de cuidados se apoya en la contratación de una empleada doméstica de origen migrante que, como solución privada, ayuda a coadyuvar la carga de la atención en el hogar ( Bettio, Sumonazzi y Villa, 2006 ).
La feminización de las migraciones responde a una demanda de tipo global de mujeres migrantes para realizar los trabajos más devaluados socialmente, que coinciden con los que las autóctonas ya no desean (o no pueden) realizar y que los Estados no proporcionan para la cuestión de los cuidados.
Estos procesos han dado lugar a la mundialización de las interacciones sociales, de un lado, generando una demanda inusual de parte de familias del norte que, sintomáticamente, se vieron favorecidas por las carencias de las otras, provenientes del sur, que constituyen un conglomerado de mano de obra f lexible, adaptable y barata y que actualmente circula por el mercado mundial “sexuado” de servicios ( Salazar, 2010, p. 34 ).
Las mujeres migrantes se insertan en este tipo de espacios laborales ( Gil y González, 2012 ), soportando sobremanera las condiciones de un sector escasamente protegido y, por ende, fuertemente precarizado ( Martínez, 2011 , 2014 ). La coyuntura de la crisis económica y sus efectos desiguales en las condiciones de trabajo y desempleo de los migrantes es determinante para comprender la vulneración de derechos a los que las mujeres migrantes y sus familias quedan expuestas.
Con este trabajo se busca dar cuenta, desde una perspectiva de género, de las nuevas constricciones sociolaborales a las que las mujeres migrantes se enfrentan como consecuencia de la crisis económica en España, así como los impactos familiares y estrategias transnacionales que despliegan para desafiar las dificultades de supervivencia. A partir del estudio de caso de las migrantes bolivianas en Jaén (España) y sus familias de origen, se analiza su papel como principales mantenedoras del proyecto migratorio. De la misma manera, se busca visibilizar sus logros y pérdidas en el conjunto de espacios laboral y familiar mostrando cómo siguen siendo las mujeres, en origen y destino, quienes posibilitan el sustento de la unidad doméstica. Lo anterior se logra a través de dos ideas principales:
El contexto político y social en España que determina el tipo de empleo de cuidados al que las mujeres bolivianas quedan relegadas. Se considera el impacto de la crisis en las condiciones de empleo, así como sus diferencias respecto al género y nacionalidad.
Las estrategias que las familias articulan para soportar las situaciones de vulnerabilidad y el rol de las mujeres bolivianas como principales sostenedoras del grupo doméstico transnacional. Es de interés especial conocer las negociaciones de género y generacionales que se establecen para mantener la migración (sobrecargas y renuncias). Son fundamentalmente las mujeres, y no los hombres, quienes se reafirman como la principal fuerza de trabajo en destino. Se aborda para el caso de Jaén
Marco de referencia
Contextualización. Cuidado, inmigración y crisis
La llegada de la crisis económica ha tenido efectos significativos en la capacidad adquisitiva de las familias españolas, lo que sin duda ha repercutido en la posibilidad de externalizar tareas desprestigiadas relacionadas con lo doméstico. Sin embargo, como constatan autoras como Parella (2003) , el cambio de expectativas en las nuevas generaciones de mujeres europeas, en lo que respecta a su rol tradicional como principales encargadas del hogar familiar, también ha influido en que, a pesar de todo, se mantengan en España los niveles de demanda de este tipo de servicios.
Se constata aquí que los mayores efectos en el desempleo masculino como consecuencia de la recesión económica ( Colectivo IOÉ, 2012 ) y su impacto en el sector de la construcción ( gráfica 1 ), son también un dato relevante para comprender que, con las mujeres autóctonas como pilares económicos del hogar, se haya mantenido la compra parcial de servicios de proximidad realizados por otras mujeres . La contribución económica de las españolas a los hogares, aunque en algunos de los casos sea escasa, está permitiendo sortear los efectos de la crisis en las familias en las que el hombre asumía la proveeduría principal del hogar ( Parella, 2013 ). El menor impacto del desempleo en las mujeres puede razonarse por el mayor deseo de permanecer fuera del espacio doméstico, aunque lo ocupen de manera parcial. Por igual, esto supone una estrategia provocada por la crisis, que permite a las familias españolas mantener los ingresos que los hombres dejan de aportar.
Con independencia de su inserción precaria durante estos años, queda constatada que la participación de las autóctonas en el mercado de trabajo no va acompañada de una mayor contribución de los hombres, ahora desempleados, en los espacios domésticos. De acuerdo con la última Encuesta de Empleo de Tiempo en España 1 2009-2010 ( INE, 2011 ), el 91.9 por ciento de las mujeres destinaban una media de 4 horas 29 minutos al cuidado del hogar y de la familia, mientras que los hombres dedicaban 2 horas y 32 minutos a estas tareas. Un reparto fuertemente desigual que no se ve modificado por la coyuntura de la crisis, donde las mujeres españolas continúan enfrentándose a dificultades en el momento de compatibilizar su doble adscripción productiva/reproductiva. Los datos sirven para revelar que sin cambios reales en la implicación efectiva de los hombres en tareas de tipo doméstico-familiar, la demanda de otras mujeres para que cubran aquellos trabajos más duros y en las condiciones más precarias, continúa siendo necesaria pese haber disminuido el ingreso de los hogares españoles.
De una manera particular, en España, las mujeres migrantes cuidadoras encajan con una necesidad de servicios específicos que no terminan encontrando cobertura ni por los recursos públicos habilitados, ni por buena parte de estas mujeres de las familias españolas con dificultades para compatibilizar empleo y hogar ( Pérez, 2010 ). Con un claro interés hacia la contratación privada, las familias se topan con un mercado profesional poco adaptado a las necesidades reales, además de costoso, que no permite cubrir el total de las necesidades de cuidado, sobre todo aquellas de tipo intensivas. Tal como constató Martínez (2007, 2014), se sigue manteniendo la preferencia de las familias por la contratación de una cuidadora en el seno del servicio doméstico, justificada por las características propias del sector laboral, que permite una mayor f lexibilización de horarios, adecuación en tiempo, multiplicidad de tareas y encargos, etc. En la mayoría de los casos, la posibilidad de vincular a una persona en un contrato bajo la modalidad de interna se plantea muy atractiva para las familias españolas por más de un motivo, entre otros: se caracteriza porque es intensiva, ya que garantiza el cuidado durante 24 horas; es barata, en comparación con los mismos servicios ofrecidos por empresas de Servicios Sociales; o se realiza en un contexto privado (el hogar) sin intermediarios mercantiles, lo que otorga más poder a las familias a la hora de negociar o, incluso, modificar las condiciones de trabajo pactadas inicialmente ( Pérez y Martínez, 2014 ).
Los datos de afiliación para el régimen de empleo doméstico 2 revelan evidencias sobre la presencia continua de las mujeres migrantes en este sector. Las contrataciones no han decrecido a consecuencia de la crisis económica sino, por el contrario, han aumentado en los últimos años pasando de 40 por ciento en 2004 a 56.25 por ciento en 2014. Sin embargo, este mantenimiento inesperado de la demanda de cuidadoras migrantes no ha ido acompañado de una mejora del sector, donde según estimaciones propias, las migrantes que trabajan de modo irregular alcanzan las 671 107 personas, casi la mitad de las empadronadas en edad laboral.
Los datos recogidos permiten llegar a dos conclusiones: 1) que, pese a la coyuntura de la crisis económica, una parte importante de las mujeres migrantes mantienen su ocupación en el sector, cubriendo en cierto modo un espacio desechado por la población autóctona; 2) que las condiciones en las que se realiza el trabajo de cuidados continúan marcadas por la irregularidad e invisibilidad, recibiendo, tal y como afirma Carrasco (2014) , salarios siempre inferiores al de sus homólogos masculinos debido fundamentalmente al tipo de trabajo que desarrollan.
Cuadro 1.
Fuente: Elaboración propia a partir de la adaptación de Martínez (2007) , y con datos del INE ( 2015 , 2016 ).
Visión utilitarista de la migración y del papel de las mujeres migrantes en la misma
En los últimos años, las mujeres migrantes pasan de ocupar un papel invisible como improductivas , que en todo caso acompañan a los hombres en su migración, a considerárselas como exclusiva y fundamental fuerza de trabajo en destino ( Pedone, Agrela y Gil, 2012 ). Sigue predominando la justificación económica como única explicación de la inmigración en España y al mismo tiempo, existe la demanda de mano de obra en nichos laborales no cubiertos por trabajadores/as nacionales.
Responde a un modelo caracterizado por la laboralización y el control de entradas ( Zápotocká, 2012 ), que se sustenta en la noción utilitarista para el Estado. Como señala Actis (2005) , se exige a la familia inmigrante la obligación de su propio sostenimiento y de aportar económicamente al desarrollo del país o de conformar una unidad de consumo que requiera de la mínima inversión estatal. Además, se practica un modelo de selección de mano de obra que facilite la integración y no difiera mucho del ideario nacional-cultural.
Para el caso de las mujeres inmigrantes, el empleo doméstico en el que se insertan en el país les exige una disponibilidad de tiempo que se plantea a menudo incompatible con la propia vida familiar. De manera habitual, se emplean en trabajos precarios y difícilmente conciliables, participando en la paradoja que supone ser la herramienta de conciliación de los hogares autóctonos con personas dependientes y quedar privadas del derecho a (con) vivir en familia. En muy poco tiempo hemos pasado de la hipervisualización y priorización de la llegada de las mujeres extranjeras como garantes de la integración y estabilidad familiar, a una situación actual en la que se niega el valor de la familia y de las mujeres en los procesos de incorporación ( Agrela, 2002 ). Los argumentos políticos para potenciar el retorno y no permanencia de las personas extranjeras en España ha ido arrinconando, entre otras cuestiones, la atención a la situación de las mujeres y sus familias. La familia extranjera termina por ser vista como una carga para los Estados y, en ocasiones, las propias mujeres tienen que compaginar una muy precaria e intensiva situación laboral con el cuidado, sin apoyos institucionales o familiares.
Como resultado, las unidades familiares se desterritorializan y se prolonga la formación de los llamados hogares transnacionales debido a los obstáculos legales, sociales y económicos que restringen la migración. Los estudios sobre cadenas mundiales de cuidado; que ya habían evidenciado lo insostenible de este tipo de organización social, por la cual, las familias del norte se benefician de la mano de obra del sur, revelan cómo se intensifican las desigualdades y la sobrecarga sobre las extranjeras y sus familias y las formas de explotación de estas otras mujeres migrantes .
Metodología
Enfoque metodológico
Esta investigación adopta un enfoque triangular, por el que se considera que determinados temas de estudio global, más si caben en la migración, no pueden ser comprendidos si no es atendiendo al género, a los espacios sociales de referencia: origen y destino (enfoque transnacional), y al tiempo transcurrido (enfoque longitudinal).
Atendiendo a las diferencias que hombres y mujeres bolivianas plantean a la hora de justificar su proyecto migratorio, así como las circunstancias vividas durante su transcurso, se busca reflexionar, desde la perspectiva de género , sobre el impacto desigual de la crisis económica en el empleo según el género y la nacionalidad, dado lo etnoestratificado del mercado de trabajo en España. A partir de un análisis interseccional ( Ezquerra, 2008 ) se pone el acento en aquellas desigualdades que van más allá de las de género, atendiendo a otras categorías como la clase, etnia, generación, situación familiar, etc., que se cruzan y superponen según los casos.
La recolección de datos de carácter multisituado ( Marcus, 2001 ) es clave debido a la multiplicidad de conexiones, no solo físicas, de quienes se mueven con mucha agilidad entre dos o más lugares ( Mahler y Pessar, 2006 ). Entendemos que las migraciones siempre son familiares, en la medida en la que, con independencia de que se participe directamente o no en la movilidad física, es un proceso que afecta a la reorganización familiar de quien se queda y de quien se marcha.
Por último, el estudio tuvo claras aspiraciones de ser longitudinal , por lo que fueron producidos datos de forma sistemática y continuada entre 2009 y 2014. Dicho período se constituye clave en relación con el escenario de la crisis, permitiendo recoger los efectos de dicha coyuntura en las familias, así como las estrategias desplegadas para afrontarla. El objetivo, entre otros, ha sido considerar el papel que la familia ha tenido como sostén de la migración.
Participantes y técnicas
El análisis que presentamos se basa principalmente en la producción de datos primarios a partir de la realización de entrevistas exploratorias y semiestructuradas (método cualitativo). Este trabajo se basó sobre los siguientes perfiles:
Mujeres migrantes en Jaén (11) y recién retornadas (4).
Hombres migrantes (maridos o exparejas), tanto en origen (2) como en destino (3), en el caso de que asumieran un rol comprometido con respecto a la unidad doméstica.
Cuidadoras migrantes (11). Hermanas o hijas mayores son quienes asumen la labor principal de cuidado con respecto a los miembros dependientes del hogar.
Técnicas/os de origen y destino que intervienen sobre la cuestión migratoria. En total fueron entrevistados 15 en destino y 12 en origen.
Contextualización del trabajo de campo
El análisis se sitúa, de las constricciones laborales de las migrantes y sus estrategias familiares, a partir de la crisis económica en el contexto de Jaén (España), con mujeres bolivianas, por varios motivos:
La provincia de Jaén presenta las tasas de población mayor de 65 años más elevadas de toda la comunidad andaluza, 18.46 por ciento frente al 16.20 por ciento ( INE, 2015 ), lo que habría propiciado el asentamiento de mujeres inmigrantes dispuestas a trabajar en este sector.
Su posterior llegada a España (fundamentalmente a partir de 2000), influye en su inserción más precaria al mercado segmentado-precarizado y, en consecuencia, en sus posibilidades de vida en familia .
La procedencia común de la mayoría de las mujeres bolivianas en Jaén (procedentes de Santa Cruz de la Sierra), nos permite estudiar el fenómeno a nivel transnacional y rescatar los discursos de quienes sustentan el proyecto migratorio desde origen.
Resultados
La inserción de las mujeres bolivianas en el mercado de trabajo etnoestratificado. El caso de Jaén
De entre las razones que han propiciado la etnización del mercado de trabajo y el surgimiento de nichos de empleo , se encuentran aquellas relacionadas con el posicionamiento previo que tienen las/os migrantes en la normativa de extranjería. Las políticas migratorias no son ajenas a la discriminación laboral de la que la mujer migrante es protagonista ( Martínez, 2007 , 2014 ; Parella, 2003 ); es el propio Estado el que se sirve de la normativa para canalizar y seleccionar la entrada de mujeres inmigrantes contraponiendo sus derechos, de manera que ocupen determinados espacios laborales para los que son necesarias. No es casual que el empleo doméstico se configure como una de las modalidades de trabajo más precarias en España ( Díaz, 2015 ). El empleo doméstico carga además con el estigma de conformarse como espacio análogo a las relaciones familiares, confinado a las mujeres, lo realicen o no de manera salarizada .
Considerar la posición que ocupan las mujeres bolivianas en el trabajo de la asistencia nos obliga a visualizarla en relación con quienes también participan en este tipo de espacios.
Por un lado, las mujeres autóctonas, quienes asumen los trabajos más nobles dentro del sector. Habitualmente su participación tiene lugar a través de su vinculación a empresas de Servicios Sociales bajo la contratación de auxiliar de ayuda a domicilio o, en el peor de los casos, como empleadas en régimen de externas.
Por otro lado, los empleos más duros y precarios dentro del mercado quedan relegados a las mujeres extranjeras, recayendo sobre ellas los trabajos de menor prestigio social, los peor pagados y los que la población autóctona (familiares o empleadas españolas) no desean realizar.
Diversas categorías, no sólo la del género, influyen en el lugar atribuido a unas mujeres y otras dentro de este ámbito. Los prejuicios en relación con la nacionalidad, la clase social, la etnia o incluso los rasgos fenotípicos son también importantes a la hora de jerarquizar quién ocupa qué tarea dentro de esta actividad ( Parella, 2003 ).
Para el caso concreto de Jaén, se observa por ejemplo cómo las migrantes bolivianas adquieren una posición privilegiada respecto a otras nacionalidades representativas como son la marroquí y la rumana ( Schramm, 2011 ). Las bolivianas son significadas como cariñosas, dóciles, educadas; mientras que las marroquíes son descritas, en algunos casos, como indisciplinadas y más diferentes en términos culturales. En el contexto de Jaén se advierte que esta preferencia se intensifica en la medida en que persiste una noción de cuidado tradicional, que termina siendo descrito siempre como relaciones que se dan en el seno del hogar y que se tornan familiares. Factores sociales como el fuerte envejecimiento de la zona con 18.46 por ciento de población adulta mayor de 65 años (el más grande de toda la comunidad andaluza), el proceso de emigración de población joven a otras ciudades españolas, 3 así como la existencia de numerosos hogares unifamiliares o compuestos por varias personas dependientes, también inf luye en las particularidades de la selección ( Agrela, 2012 ). Tiende a plantearse como una opción secundaria, cuando otros apoyos familiares fallan, favoreciendo el cuidado en el seno del hogar que evita la institucionalización. Además, la contratación de mujeres extranjeras se torna una opción más adaptable y barata, controlando más directamente la implicación emocional que se exige al trabajo de cuidados. Las instituciones sociales explican que las predilecciones de unas mujeres frente a otras, en el momento de la demanda, se camufla a menudo en la afinidad cultural e idiomática que, por ejemplo, presentan las latinas frente a las rumanas, marroquíes o búlgaras. “Hay familias que no tienen ningún problema de acoger en su casa a quien sea. Luego hay gente que no. Existe pero no hay nada sostenible del por qué no se quiere a la marroquí” (Alfonsa, comunicación personal, 2014).
Como otras migrantes latinoamericanas, las mujeres bolivianas entrevistadas son conscientes igualmente de estas preferencias de las familias que parecen beneficiarles. “Dicen ‘tú no eres como otras personas’, me dice la gente. ‘Tú eres muy cariñosa y muy esto y muy lo otro’. Por eso de que somos de allí de Sudamérica […] la gente de aquí será lo mismo digo yo. No me creo más que nadie. Pero dicen que cariñosa” (María, comunicación personal, España, 2014). “Hay gente (refiriéndose a los empleadores/as) que le dicen que se quite el pañuelo […]. Hay mucha gente que no quiere gente marroquí” (Jessica, comunicación personal, España, 2014).
Sin embargo, la supuesta discriminación positiva no ha frenado el proceso de estancamiento al que se enfrentan las bolivianas en Jaén, en aquellos espacios de empleo habitualmente confinados a las nuevas migrantes . A consecuencia de la crisis económica, el trabajo como interna o pseudoexterna 4 ha pasado de conformase como modalidad de empleo inicial y transitoria para las migrantes sin documentación y recién llegadas, a única posibilidad de trabajo para nacionalidades, como la boliviana, que llegaron en la segunda etapa del f lujo migratorio (a partir de 2000). Posteriormente, en 2006, justo antes de la exigencia de visado para las/os ciudadanas/os extranjeras/os procedentes de Bolivia, se aprecia una segunda entrada de mujeres. Como ellas mismas explican, su inserción más tardía ha posibilitado sus opciones de empleo, pero sobre todo, ha dificultado sus opciones de movilidad laboral ascendente: “A nosotras nos ha tocado conformarnos. Porque hemos llegado en un momento muy malo, había trabajo, pero no mucho, y el que había ya estaba ocupado […]” (Liliana, comunicación personal, España, 2014).
En Jaén son las mujeres bolivianas, junto con las marroquíes y rumanas, quienes relevan en la cadena de externalización de los cuidados a las ecuatorianas y colombianas. Ser herederas de la condición de favoritas por la supuesta afinidad cultural, no las exime del resto de las limitaciones de un mercado precarizado. Muestra de ello es su inmovilidad en el mercado; a pesar de que en su mayoría llevan más de cinco años instaladas en la provincia, no se han beneficiado de una rotación laboral o grandes mejoras en la contratación. La paralización de nuevos flujos de llegada y el incremento en la vuelta al mercado de mujeres autóctonas que ocupan los espacios más reconocidos dentro del sector, ha mantenido su estancamiento en aquellos nichos más precarios que le dieron acceso al empleo remunerado.
Los discursos de las mujeres bolivianas revelan sentimientos contradictorios en relación con el mantenimiento en la demanda de sus servicios y la merma de condiciones en la que ésta se produce. La crisis ha recrudecido las condiciones en las que se realizan los trabajos de cuidados, dando paso a nuevas formas de precarización. Desde las instituciones, y también las propias migrantes, explican que empieza a ser común que las/os empleadoras/es negocien una reducción de salario con la(s) empleada(s) que va acompañada de un incremento en las funciones previas atribuidas; justificadas bajo el paraguas de la crisis económica, el desempleo y la supuesta merma en la capacidad adquisitiva de la familia contratante, buena parte de las migrantes terminan aceptando las nuevas condiciones impuestas, más que acordadas. De este modo lo relatan: “Ellos incumplen su palabra y se aprovechan. Más ahora con lo de la crisis que te dicen vete a plancharle a mi hermana en este ratito […] Es mucho lo que se aprovechan porque saben que no tenemos otra cosa” (Laura, comunicación personal, España, 2014).
El recrudecimiento de las condiciones laborales provocado por la crisis, obliga, especialmente a las mujeres bolivianas, renunciar a la escasa estabilidad adquirida hasta el momento. Con el objetivo final de seguir siendo competitivas en el mercado, frente a las extranjeras de otras nacionalidades o recién llegadas, las migrantes se reinsertan en las modalidades de empleo que les dieron acceso al mercado y que durante tiempo había desechado, esto es: el trabajo como interna o pseudoexterna .
Estrategias femeninas para enfrentar la crisis y costos familiares: sobrecargas y renuncias
Los datos, en relación con el mayor desempleo de hombres migrantes en comparación con mujeres, son evidencias importantes a la hora de considerar el tipo de estrategias desplegadas por las familias. Según Carrasco y García (2011) el fuerte desplome del sector de la construcción agrandó la tasa de desempleo pasando de los 2 178 037 empleados en 2008 (precrisis) a los 1 570 410 en 2010 (crisis), impactando con más fuerza en los varones autóctonos y en los migrantes insertos en dicho sector. En el caso de Jaén se observa una fuerte caída en la demanda de trabajo para extranjeros con empleos dentro de sectores como la hostelería y construcción, por lo que los migrantes asentados quedan relegados a los trabajos agrícolas de temporada, como es el mercado del olivar. En esta coyuntura, las mujeres se reafirman en su papel de únicas sostenedoras de la unidad familiar, a costa de intensificar las duras condiciones en que realizan sus trabajos. Como indica una de las entrevistadas: “La mujer con mucha explotación por lo menos estamos manteniendo, traemos para comer, para alquiler, pero ellos no” (María, comunicación personal, España, 2016).
Sobrecargas: las bolivianas como únicas sostenedoras del proyecto migratorio
Cabe cuestionarse si la decisión de que sean las mujeres las que continúan la migración responde a una estrategia de tipo funcional ( Fuentes, 2014b ), adaptada a la demanda de trabajo feminizado, o tiene también que ver con el rol sobrecargado al que las bolivianas parecen estar sometidas. Los discursos recabados nos permiten visualizar que, efectivamente, a las mujeres se le asigna en la sociedad de origen una doble función: productiva y reproductiva con respecto al hogar familiar y esto no acontece solo a partir de la migración.
Aquí veo que son muchas las cosas que carga solo la mujer. El hombre bueno trae plata a la casa, pero en la mayoría de los temas cotidianos es ella quien carga sola la responsabilidad de las situaciones. Peor si se dan otros problemas de borrachera, un concepto de machismo muy malvado. Yo digo que hay mujeres que son admirables, mucha carga y muy solas también
(Inés, comunicación personal, Bolivia, 2014).
La migración femenina boliviana se instituye en buena medida como fórmula para escapar de ciertas situaciones de control, sobrecarga de responsabilidad o incluso maltrato ( Fuentes, 2014a ). Sin embargo, y muy a pesar de que se puede hablar de mejorar las cuotas de igualdad alcanzadas por las mujeres a partir de la migración, como pudiera ser un mayor poder de decisión o de percepción de libertad; se observa un reforzamiento en su papel como proveedora económica y remesadora respecto al hogar transnacional ( Ladino y Gonzálvez, 2013 ). Aun así, este empoderamiento en lo económico así como en su papel productor dentro de la unidad doméstica, no parece ir acompañado de mayores niveles de implicación masculina en las tareas doméstica o del hogar ( Bastia y Busse, 2011 ). “Me cuesta con él porque se queja y no quiere, pero sabe que es lo que le toca porque yo estoy casi todo el día trabajando. Más bien veo a las niñas un rato en la noche” (Andrea, comunicación personal, España, 2014).
Las mujeres que residen en Jaén, con quienes hemos dialogado, reclaman a menudo una mayor implicación de sus parejas en las tareas del hogar. Reforzadas por la coyuntura de la crisis, las mujeres se reafirman en su rol de proveedoras y lo hacen bajo nuevas fórmulas de desigualdad y precariedad que las someten aún más. En la medida en la que los hombres, cónyuges en destino o en muchos casos también exparejas que quedan en origen, no se hacen cargo de la nueva situación, se intensifican las cargas económicas, físicas y emocionales. “Me he sacrificado mucho en mi país y también aquí, he trabajado duro porque muy poco me ha ayudado el padre de mis hijos” (María, comunicación personal, España, 2014).
Se observa que, en el mejor de los casos, los hombres están dispuestos a desarrollar su faceta productiva a partir del despliegue de nuevas estrategias, como la remigración o el retorno a origen en busca de opciones de empleo. Sin embargo, son pocos quienes asumen un papel comprometido, en origen y/o destino, involucrándose en los trabajos de cuidado. De entre los fragmentos rescatamos aquellos mayoritarios que aluden a nuevas estrategias frente a la crisis que pasan por la intensificación del papel proveedor y de cuidado de la migrante mujer (siempre madre toda ), y de la búsqueda de inserción laboral en otros contextos por parte de los migrantes hombres. “Mi marido está ahora en Francia. Está tratando de mirar allá. Pero hemos tenido problemas con eso porque si él se va yo me quedo aquí sola trabajando y con los niños pues es difícil” (Telma, comunicación personal, 2014). “Él ahora se va a retornar porque aquí solo encuentra trabajo en la aceituna. Va a ir a ver por qué dicen que allá está mejor la cosa” (Andrea, comunicación personal, España, 2014).
Las nuevas ausencias masculinas, las condiciones de trabajo extenuantes a las que las mujeres se ven sometidas, así como las restricciones de la normativa de extranjería, permiten hablar de cierta utilización de las mujeres bolivianas en el contexto de la actual migración. Los fragmentos seleccionados evidencian que son ellas quienes cargan sobre sus espaldas la migración como proyecto que las involucra de manera individual y a sus familiares dependientes (en origen o destino, descendientes o ascendientes), sin contar con la ayuda del varón, y que, a pesar de todo, deciden mantener el proyecto migratorio en destino porque les otorga ciertas libertades parciales. Para ello, las bolivianas dicen aguantar toda clase de sacrificios personales que las compensa en pro del mantenimiento familiar, concepción que está relacionada en cómo las mujeres interiorizan las ideologías marianistas ya presentes en origen ( Fuentes y Agrela, 2015 ; Stevens y Soler, 1974 ), en relación con la valorización de las mujeres y el papel responsable de las mismas frente a la familia. En Bolivia se las instituye como madre toda que mantienen los hogares, entendido a partir de la consideración del “hombre ausente” ( Fuentes, 2014a ), noción que termina extrapolándose y se va asumiendo en las dinámicas de género dentro de los procesos migratorios.
Renuncias: reajustes familiares con costes personales para las bolivianas
Las mujeres migrantes jefas del hogar que tras un largo y complejo proceso han conseguido reagrupar a parte de sus hijos/as, con la crisis económica y dificultades de supervivencia en destino (en ausencia de familia o prestaciones públicas que lo compensen) ven ahora tambalear la convivencia familiar. Su reocupación en empleos de tipo intensivos y la necesidad de realizar de manera simultánea diferentes trabajos para obtener los mismos ingresos imposibilita la atención de la familia. El regreso a las modalidades de interna o pseudoexterna , o la obligación de complementar empleos como externa con la realización de horas extras en otros hogares, implica un extenuante esfuerzo en relación con la conciliación sobre su propia vida familiar ( Fuentes, 2014a , 2014b ). Las ausencias y el desgaste personal de la mujer para tratar de hacer conciliable lo irreconciliable son grandes generadores de estrés y agotamiento físico que puede derivarle en problemas de salud. Incluso, si con su salida del país de origen las migrantes cargaron con la culpa de dejar atrás a sus hijas/os, al reagruparlos y no poder atenderlos como planificaron, cargan con el peso físico y emocional por unos cuidados inadecuados . Con la situación de crisis, las (auto)culpabilizaciones se agudizan, bien sea por la prolongación de las situaciones de transnacionalismo familiar (porque no se reagrupan o se desagrupan) o por la insatisfacción e incapacidad para atender en destino. “Cuando llegaron ellos ya tuve que tomar solo medio tiempo, solo con el trabajo de la mañana. Y ahí estaba con ellos enseñándoles. Yo tenía que ir trabajando duro para que cuando vinieran estar más libre” (Elisa, comunicación personal, España, 2013). “Yo tuve que dejar el trabajo de la tarde y de la noche para cuidar de mis hijos, yo no podía dejar a mis hijos todo el tiempo solos […] Ellos por sí mismos no se pueden controlar bien, no hacen los deberes, llegan tarde a clase” (Claudia, comunicación personal, España, 2014).
El escaso apoyo que proporcionan los conyugues en destino, la limitada disposición de recursos que permitan contrarrestar la posible ausencia de las mujeres y el endurecimiento de las condiciones de empleo a las que se enfrentan como consecuencia de la crisis, obliga a las mujeres a repensar la idea inicial de reagrupar a otros miembros de la familia que aún continúan en Bolivia. Surgen así estrategias que pudieran ser contrarias a las planificadas, como poner freno a la reagrupación o incluso propiciar la desagrupación familiar de los miembros dependientes en destino. Tres factores son señalados como condicionantes claves a la hora de tomar esta compleja decisión que implica, habitualmente, el retorno de los menores a origen.
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Las condiciones de trabajo intensas a las que son nuevamente sometidas como única opción para mantener algo de ingresos. Uno de los requisitos fundamentales para participar de los empleos en la modalidad de interna es, precisamente, no contar con cargas familiares en destino. En este tipo de trabajos, como nos indican los técnicos/as entrevistados, se otorga más valor a la disponibilidad que la mujer presenta, que al hecho de contar con experiencia en el sector del cuidado: “Siempre que tengo una oferta lo pregunto, que si puede trabajar con el hijo. No, no ¡qué barbaridad!, ellos quieren una mujer disponible para ellos. Entienden que los inmigrantes han venido para trabajar, sin más” (Manuela, comunicación personal, España, 2014).
Debido a la crisis, estos requisitos se intensifican y son muchas las mujeres que renuncian a la vida en familia en el país destino como una maniobra para mantener sus opciones de empleos durante la crisis: “Y estaba con mi niña y más bien ella me dijo, tú podrías ser, pero cuando tienes niña pequeña la verdad que no te aceptan para trabajar. Y ya ahí yo me animé a que tenía que llevarla a mi hija (se refiere a Bolivia) […] Y ella ya me dio el contrato de trabajo” (Verónica, comunicación personal, España, 2013).
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La mayoría de las mujeres identifican como factores motivadores de la desagrupación de los hijos/as en edad infantil, la ausencia de recursos de apoyo público o no gubernamental , sumado a la vigilancia institucional que recae sobre las maneras informales en las que tratan de resolver el cuidado de los menores ( Fuentes, 2015 ). El temor a que los chicas/os sean retirados de su cargo está presente en la decisión de retorno de los hijos, así como la preocupación real de que éstos no puedan ser cuidados adecuadamente por las redes informales con las que cuentan en Jaén. La ausencia de responsabilidad paterna, incluso en el destino, es señalada también como elemento clave que motiva a las mujeres a la búsqueda de apoyos de cuidado transnacionales. “Yo tuve que dejar al niño con una familia conocida de mi iglesia. Muy buena gente pero yo tenía miedo de que me lo quitan los Servicios Sociales si se enteran” (Josefa, comunicación personal, 2014).
Porque si él (se refiere al padre de la niña, residente en Jaén) me hubiese echado una mano, pues yo no me hubiese llevado a la niña a Bolivia porque sabía que su padre se estaba haciendo cargo de ella, aunque no me ayudara económicamente. Pero es que es una responsabilidad, imagínate que se entera el Ayuntamiento y me la quitan, por eso decidí retornarla
(Claudia, comunicación personal, 2014).
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La inexistencia de recursos (formales e informales) en el contexto de Jaén es compensada a menudo por una red de apoyo familiar conformada en el origen . Estos soportes están constituidos fundamentalmente por cadenas de mujeres en el marco de una familia extensa. Para el caso de las mujeres bolivianas este tipo de pactos femeninos son cruciales, más en un contexto de coyuntura adversa en el país destino. Cuando la migración se alarga en el tiempo, son comunes las pérdidas de apoyos informales en origen. Las mujeres cuidadoras de la familia en origen, entre las que destacan, en los últimos años, las hijas mayores. “Más bien ella me dijo mándela a la niña y así va a trabajar de interna. Y yo también le digo a ella para que se comprometa ‘vos cuídela a la niña y yo te voy a pagar’. Ya es una ayuda también para ella, para que tenga sus cositas” (Verónica, comunicación personal, 2013).
La desagrupación se presenta como un proceso complejo para las familias, con duros costes emocionales y sentimientos de pérdida constantes. Ante la falta de otro tipo de opciones, las mujeres decidirán entre la combinación menos dolorosa a nivel familiar –freno en la llegada de nuevos miembros, retorno de menores, etcétera–, de manera que ésta le permita encajar nuevamente en un mercado laboral que empeora a consecuencia de la crisis.
Conclusiones
La crisis económica ha afectado negativamente la capacidad adquisitiva de los hogares españoles que externalizaban servicios de cuidado; sin embargo, los mayores efectos sobre la destrucción de empleo masculino ha favorecido la inserción de las mujeres autóctonas en el mercado laboral. Esta situación de proveeduría femenina por parte de las mujeres españolas, no ha ido acompañada de un reajuste de las funciones masculinas en relación con la mayor cobertura de tareas del hogar, ni de un aumento de los servicios públicos de atención a conciliación y dependencia. Todo ello, ha favorecido el sostenimiento de la demanda privada de cuidado, particular nicho laboral de mujeres de origen extranjero.
La presencia de mujeres bolivianas en España y en Jaén está relacionada con una elevada demanda de mano de obra para trabajar en sectores como el de empleo doméstico y de cuidado, donde la oferta de mujeres autóctonas dispuestas a realizar este tipo de trabajo se plantea insuficiente. Esto se refleja particularmente en el contexto de estudio (Jaén), caracterizado por ser una de las regiones más envejecidas del país y por la persistencia de cuidados familiares que se combinan con otros modelos de atención cuasi formal. En este panorama, las mujeres bolivianas se erigen como cuidadoras idóneas dando el relevo a migrantes de otras nacionalidades (ecuatoriana o colombiana), con más tiempo de asentamiento. Como consecuencia de su posterior llegada al país, las bolivianas heredan las modalidades más duras del trabajo como interna o pseudoexterna . Se insertan en un mercado segregado y etnificado de forma previa y bajo la coyuntura de crisis económica , sintiendo de manera muy particular la precariedad laboral y la consecuente privación del derecho a su propia vida personal y/o familiar. La crisis económica pone de evidencia que son ellas, y no sus parejas, quienes se convierten en las mantenedoras del hogar familiar transnacional, sin que se produzcan cambios en relación con la participación de los hombres –migrantes o no– en las tareas reproductivas. Mientras que los hombres optan, en el mejor de los casos, por desplegar estrategias productivas relacionadas con la remigración o retorno laboral, las mujeres se adecúan a las condiciones abusivas del mercado de trabajo con el soporte de otras mujeres, en muchos casos las hijas, quienes bajo nuevos acuerdos de reciprocidad desigual, descargan a otros cuidadores previos en origen.
En todo este proceso, las familias son determinantes. No sólo respecto a la toma de decisiones y a cómo les afecta directa e indirectamente la crisis económica, sino porque se han erigido como el soporte fundamental para la supervivencia transnacional de las unidades domésticas. Ahora las reciprocidades de apoyo y cuidado, físico-emocional pero cada vez más económico, fluyen en sentido inverso : de origen a destino. En buena medida, muchas de las mujeres bolivianas se mantienen en destino gracias a las familias en origen.
El análisis de las estrategias de supervivencia familiar desplegadas para el caso boliviano revela procesos de desigualdad a nivel micro, sobrecargas femeninas, pero también fases más amplias de expulsión o desfamiliarización por parte de los Estados receptores. Como ref lexiona Parreñas (2001) ; les beneficia a las sociedades industrializadas la existencia de familiares transnacionales o prácticas de maternidad transnacional porque pueden aprovecharse sutilmente de las ventajas de la mano de obra inmigrante sin asumir los costos de la reproducción. La vida familiar transnacional para los inmigrantes en España deja de ser una elección en la medida que esta se prolonga en el tiempo porque se dificulta su reunificación o se incentiva su desagrupación . En concordancia con lo que apuntan autoras como Lagomarsino (2005) , que las mujeres migrantes y sus familias hayan conseguido adaptarse a los requerimientos del mercado optando por formas de vida transnacional, no debería servir de excusa, en el caso de las familias que son transnacionales, para que ciertas maniobras del Estado impidan o resten importancia a la vida en común.